En este país nos gusta mucho opinar. También nos gusta criticar, pero de eso no hablaremos en este post. Nos encanta pedir una segunda opinión, y muchas veces no nos importa si la fuente es creíble o no. Tenemos tendencia a la automedicación, a preguntar a nuestros compañeros de trabajo y vecinos sobre viajes, electrodomésticos… y estos sin cortarse ni un sólo pelo opinan sobre ello. Para los españoles la opinión de gente como ellos es muy importante, por encima a veces de la de médicos, científicos o expertos en la materia. Es por eso que tendemos a buscar opiniones constantemente. ¡Hasta le preguntamos a Google! ¡Una máquina!
Por eso, en pleno siglo XXI buscamos la opinión en los canales más actuales, y si hay una que supera a todas, ésta es internet. Si necesitamos información sobre una futura compra o un futuro destino para un viaje acabamos buscando dicha información en la red. De hecho, hay decenas de webs que nos ayudan a opinar sobre productos. Webs como Dooyoo o Ciao! se crearon específicamente para recibir ese tipo de información. La gente prueba un producto, lo evalúa y después saca sus puntos fuertes y sus carencias o defectos. Este tipo de opiniones ayudan a muchas personas (me incluyo en muchos casos) a decidirse por un producto, por lo que se puede decir que esas palabras mueven muchos millones de euros cada año. Pero, ¿son todas estas opiniones creíbles? ¿No puede llegar el día en el que empresas paguen a usuarios como tú o como yo para criticar productos de la competencia?
Hace no mucho TVE se hizo eco de este tema. Nos comentaban el caso de un diseñador catalán que al buscar su nombre en Google sólo recibía malas opiniones. Según la cadena pública y el propio modisto, los blogs o noticias que aparecían en los primeros resultados eran fruto de una campaña de mala reputación contra su imagen. ¿Surrealista? en mi opinión no tanto. Como bien os he dicho cada día más españoles buscan opiniones en la red sin buscar la veracidad de ésta, lo que hace que a veces la gente se guie por falsas opiniones. Por apenas unos cientos de euros toda la cara publicidad se queda en agua de borrajas, algo inútil gracias a varias entradas en blogs o varias opiniones en webs anteriormente citadas. Es una práctica fea, sucia y repulsiva, pero veo en ella una expansión muy rápida en la web. Y por desgracia, esto también puede ser aplicable a personas físicas, a simples usuarios. El efecto “trol” cada día está más expandido en internet, y es muy fácil correr la voz hoy en día por Twitter, Facebook…
¿Solución? ¿Cómo detectamos estas prácticas? francamente es imposible detectar estas “oleadas de mierda” sin que nadie lo confiese, por lo que hasta que no se demuestre lo contrario, todos somos libres de opinar. Una solución pasa por dar a cada flujo o canal una credibilidad ajustada. No todo en internet es verdad, ni todo es mentira, por lo que no debemos guiarnos por ninguno de los extremos. Una mezcla entre opiniones de internet, de usuarios que conozcamos en persona y la opinión de medios especializados debería ayudarnos a dar el último paso en nuestra decisión.
Lo malo ya no es encontrarte malas opiniones sobre tí, sino encontrarlas de tu empresa y de tu marca, y que precisamente tu imagen en Internet sea la que influye en si comes o pasas a engrosar la lista del paro.
Y si encima hablamos de personas ciertamente vengativas que manejan portales de gran difusión para el público y que mucha gente la tiene como página de cabecera… es un daño que dificilmente se puede arrelgar.