Puede que sea la falta de tiempo, que me hago mayor o cualquier factor externo que no controlo, pero cada día me apetece menos “mojarme” en la red. He sido crítico en muchas situaciones tanto aquí como en mi Twitter, pero eso ya (casi) pertenece a mi pasado.
Creo que ha sido un mix de todas las cosas. Para empezar, llevo cerca de 20 años pululando por la red y más de 14 en este blog. Mi vida ha ido cambiando considerablemente en este tiempo, ya que en la actualidad soy ya un treintañero con muchas responsabilidades y poco tiempo libre. A esto hay que añadirle otro factor clave como es la evolución y la percepción de la red.
Es un hecho que hoy nos tomamos internet mucho más en serio que hace 5 o 10 años. Cuidamos nuestra privacidad y nuestras palabras ya que hemos descubierto que nuestra presencia deja huella. Si a esto le añades un chorrito del estado de ofensa global en el que vivimos y los peligros que esto conlleva, se te van quitando las ganas de opinar.
Muchas veces me digo “Joder, debería escribir algo sobre esto”, pero casi siempre se me van las ganas de hacerlo. En muchas ocasiones porque tras una reflexión más extensa, lo que me parecía tan claro puede que no lo sea. Y porque en ocasiones tienes miedo a que se malinterpreten tus palabras. En estos tiempos que corren siempre digo lo mismo: internet es como un cuchillo afilado y su uso depende de quién lo porta. Para unos será un objeto valioso, una herramienta increíblemente útil, pero para otros será un arma mortal. Nuestra palabra en la red puede ser lo mismo.
De ahí que no me moje tanto, aunque muchas veces tenga unas ganas terribles de hacerlo. Y porque en ocasiones prefiero callar y parecer tonto a soltar una palabra y acabar de confirmarlo.