Alfajarín es un municipio de apenas 2000 habitantes a menos de 20 kilómetros de Zaragoza. Puede que esconda rincones bellos, pero para mucha gente, ese pueblo es conocido por su estación de servicio. Una estación por la que cada día pasan cientos de pasajeros de autobuses, camioneros, equipos deportivos o gente de paso. Este es un pequeño homenaje al hotel restaurante Rausan, un símbolo de las carreteras nacionales.
Madrugada del lunes al martes de hace unas semanas. Después de dos horas largas de viaje, mi autobús para en la estación de servicio Rausan en Alfajarín. El conductor nos indica que estaremos media hora en aquel sitio. Son casi las tres de la mañana y estoy cansado, pero me estiro y bajo del autobús. Como cada vez que paramos en Alfajarín, me dispongo a pisar aquella cafetería.
Llevaba como cinco o seis años sin visitarla, pero veo que todo sigue igual. Su decoración sigue anclada en los 80. La cafetería está llena de banderines de clubes deportivos que en algún momento pasaron por allí y los dejaron como testigos del tiempo. Maquinas tragaperras, el self-service al final de la sala y los baños en el sótano. Puede que se rompa España, pero aquel sitio seguirá igual hasta el final de los días.
Pido lo de siempre, una botella de agua fría y un cruasán. Y como siempre, el agua está fría y el cruasán más seco que los Monegros. Cosas de parar casi siempre a esas horas del día. Ese dulce me sabe a pan, pero siempre cae uno. Porque así lo hice hace 10 o 15 años, cuando paré por primera vez. Y más tarde, en la segunda vez, y en la tercera, y en…
Acabo el tentempié y salto a la tienda de la gasolinera. Esto sí que se ha reformado. Salgo con una bolsa de frutos secos y me siento en las escaleras de la entrada. Me quedan como unos 10 o 15 minutos, así que empiezo a revisar aquel sitio. Hay como una docena de camiones aparcados, otros tantos coches y un par de autobuses. Casi toda esa gente estará dormida en las habitaciones del hotel. De repente me encuentro a un señor de mediana edad uniformado con un peto reflectante. Es el encargado de la seguridad del aparcamiento. “Este servicio es nuevo”, pienso.
Me quedan unos 5 minutos para salir de allí. Me alejo unos metros de la entrada y le tiro una foto. Inmediatamente la mandó al grupo de Whatsapp de los colegas. Todos hemos pasado por allí, incluso juntos. Me acuerdo de aquellos viajes a Salou en los que parábamos allí y nos comíamos el bocata en el merendero que tiene en el exterior. Junto a la foto adjunto mi clásico “Rausan: Ciudad de vacaciones”. Una coña que hago desde hace años.
Me subo al autobús y antes de que me pueda el sueño, sigo pensando en aquel sitio. Un sitio antiguo, cutre si me lo permites, pero que me trae buenos recuerdos. Que casi siempre que lo visito es al comienzo de mis vacaciones. Donde un simple cruasán seco se convierte en una delicia que me reconecta a los buenos momentos vividos.
Espero volver pronto, mi querido Rausan. Vete secando mi cruasán, que ya falta menos.
El Hotel Restaurante Rausan se encuentra en el kilómetro 341 de la Nacional II, a unos 18 kilómetros de Zaragoza. Tiene gasolinera, un hotel de dos estrellas con cerca de medio centenar de habitaciones, una cafetería de 600 metros cuadrados, varios salones de actos y un aparcamiento más grande que Asia. Suele ser zona de parada para un montón de lineas de autobuses. Si pillas un Alsa rumbo a Barcelona, es muy probable que acabes allí. Ah, y tiene perfil en Facebook y Twitter. Y ojo, recomiendo este sitio a todo el mundo. Lo cutre no choca con lo acogedor.