Este domingo, y después de un largo proceso electoral, el PSOE volverá a tener un líder elegido por la militancia. Han sido muchos meses de pre-campaña, recogida de avales y campaña oficiosa. El ambiente que se intuía desde fuera era el de una organización fracturada, lejos de tener cerca una unión pacífica de sus bases.
Esta mañana se ha celebrado el único debate entre los tres candidatos en liza. Sánchez, López y Díaz nos han ofrecido un debate acalorado, en el que se ha visto la ruptura interna del partido. Pero por encima de esta ruptura, lo que queda es una imagen nefasta del principal partido de la oposición. Nos han presentado un PSOE roto, sin alma ni unión. Un partido que navega en el odio interno y que dudo que cualquiera de los resultados electorales que se puedan dar el domingo arreglen la situación.
Esta mañana, hemos comprobado el choque frontal que existe entre el PSOE de Susana Díaz, asociado a las altas esferas del partido, contra el de Pedro Sánchez. Mientras, Patxi López intentaba poner algo de cordura, buscando una unión y moderación que se ve imposible. Lo único que ha podido sacar claro el líder vasco son los guiños de uno para tirar la toalla y el peloteo de la otra para demostarle que son más las cosas que los unen.
Nos han presentado un PSOE roto, sin alma ni unión.
Susana Díaz ha dado una imagen pobre a mi juicio. Al más puro estilo Rajoy, apenas ha mostrado las cartas. Su ideas eran generales, sin apenas presentar detalles de un programa que según Sánchez no ha presentado aún. Además, he querido usar la igualdad de género como agravante o elemento que de más peso a una crítica que poco o nada tenía que ver con ello. Señora Díaz, puede que las mujeres socialistas estén enfadadas con su ex secretario por haber elegido a Irene Lozano, al igual que muchos hombres. Pero lo están por haber elegido a una persona que, además de independiente, viene de un partido que choca ampliamente con su partido. El sexo en esta ocasión era lo de menos. Usted ha querido enfangar un gesto reprobable a Sánchez, pero yéndose por un camino muy feo.
No sorprendo a nadie al decir que Sánchez se siente cómodo en un debate. Lo ha demostrado en más de una ocasión. Hoy ha querido recalcar ese espíritu progresista, de querer ser la voz de la militancia. Ha tenido un perfil activo, echando en cara declaraciones y situaciones, en la gran mayoría de casos hacia la candidata Díaz. Pese a todo, la imagen que ha dado es la de la opción menos mala. Con un López que poco cuenta, parece que la militancia socialista tendrá que elegir entre papá o mamá, entre susto o muerte.
Como en todo, existirán opiniones para todos los gustos acerca del vencedor del debate. Sin embargo, creo que está clara una cosa: ha salido perdiendo el PSOE. Gane quien gane, está claro que en la actualidad hay dos vertientes internas que no ofrecen atisbo de reconciliación. Si gana Díaz, para muchos será la victoria del aparato del partido, no de la bases. Si gana Sánchez, está claro que no lo tendrá fácil. La gran mayoría de los pesos pesados del socialismo apoyan claramente a Díaz, y no parece que vayan a dar su brazo a torcer.
Con todo esto, nos vamos a encontrar con un PSOE enfermo como líder de la oposición. Que no podrá contar con los cara a cara entre Rajoy y su líder en el Congreso. Incluso se puede dar el caso de un PSOE gobernado a tiempo parcial. Pero aquí ya arranca otro debate.
¿Cuál será el final de esta película? puede que todo siga adelante, que los odios se acaben enterrando y que tarde o temprano vuelvan a salir a la luz. Puede que estemos ante el comienzo del final de más de un siglo de historia socialista en nuestro país. Hoy el PSOE es un polvorín rodeado por un fuego que nadie parece saber apagar. Necesita un milagro, o un golpe de suerte. Y puede que éste llegue, pero desde fuera, aquel polvorín tiene una pinta horrible. Veremos en qué acaba la historia.
Foto: PSOE de Extremadura (Creative Commons en Flickr)