Hace unas horas, la Audiencia Nacional ha condenado a una persona a un año de cárcel por 13 tweets. En las últimas semanas, Cassandra se ha hecho famosa por haberse sentado en el banquillo de los acusados más famoso de nuestro país. Un banquillo que asociamos directamente al terrorismo de ETA, al yihadismo y a las personas presentes en las páginas más negras de nuestra justicia. Y todo porque quiso hacer una coña con un asesinado por ETA. Por suerte, Cassandra no tendrá que pisar la cárcel debido a la duración de la condena, pero sí que sirve para crear un precedente que está dando mucho de que hablar.
Francamente, lo primero que me ha venido a la cabeza es una situación que vivió la generación de mi padre. Cuando ETA asesinó al almirante franquista, por Euskadi se puso de moda el famoso Carrero voló, una tonadilla en la que la gente se jactaba de aquel suceso. Un clásico de los bares vascos de la época. Era normal que en aquellos años de franquismo, la brigada político social, los grises o la Guardia Civil te acabasen deteniendo si te pillaban cantando aquella canción. Y lo más normal es que acabases con una buena dosis de tortura policial. Lo mismo acababas en la cárcel, empapelado como preso político.
Aquello era una injusticia, pero puedo entenderlo en su contexto. Vivíamos bajo el yugo de un régimen, sin ningún tipo de libertad de opinión. Eran los 70, y la sociedad no había evolucionado hasta la situación actual, donde las libertades son (o al menos deberían ser) más amplias. Puedo llegar a entender aquella represión frente a esos actos satíricos, aunque me duela el corazón. Lo que no entiendo es que hoy, 29 de marzo de 2017, alguien vaya un año a la cárcel por hacer humor negro de un asesinado hace más de cuarenta años. Es un auténtico disparate, y no lo digo yo, lo dice hasta una parte de la familia del asesinado.
Es curioso. Hemos aprendido que hacer un chiste sobre Carrero Blanco en los últimos años es un insulto a las víctimas del terrorismo. Espero que la próxima vez que un neofascista sea detenido, se le lleve a la Audiencia Nacional por posesión de material que podría ofender a varios millones de descendientes del holocausto. Espero que la próxima vez que alguien organice una misa, homenaje o concentración para apoyar cualquier aspecto relacionado con el franquismo, acaben siendo investigados por intentar reabrir heridas de centenares de miles de personas que sufrieron el franquismo en sus carnes. Hablo de hijos y nietos de encarcelados durante el régimen, de aquellos que tuvieron que exiliarse por no pensar como el Caudillo. Me gustaría que la próxima vez que alguien intente archivar la causa del 3 de marzo de 1976 en Vitoria-Gasteiz, haya alguien que levante la mano y diga: “¿El daño de estas víctimas proscribe? porque el de la familia Carrero Blanco parece que no”.
Por desgracia, sé que nada de lo que os he comentado pasará. Y sé que en breve Cassandra pasará al olvido gracias a otro caso similar al suyo. Otros nos seguiremos acordando de ella, al igual que de Guillermo Zapata. Por eso, sólo nos quedará cagarnos en los muertos de alguien y decirle “¿Pero yo que te he hecho a ti?”.