Hoy era uno de esos días en los que no apetece salir de casa. Pero en la agenda había una cita ineludible. Uno de esos encuentros de los que esperas aprender algo. La cita era a las seis de la tarde en la sala Fundación Vital. Fui lo más puntual que pude y pese a todo, allí había ya un montón de invitados. Concretamente una veintena de personas, muchas de ellas invidentes o con algún tipo de problema de visión. También había acompañantes, algunos de ellos de cuatro patas. Pocos minutos después llegó el último de los invitados, Iñigo Arregi.
Hasta el 27 de noviembre, el artista de Mondragón expone en esta sala vitoriana una cuidada selección de su trabajo. No es la primera vez que Arregi hace de guía en alguna de sus exposiciones. Sin embargo, esta ocasión es especial. Quienes loe scuchan hoy jamás podrán ver una de sus esculturas. Sin embargo, esto no iba a ser motivo para que conociesen el trabajo del escultor guipuzcoano. La fundación Vital y ONCE Euskadi organizaron este encuentro. Un encuentro muy especial para todo el mundo. Por desgracia, no son muchos los museos que permiten tocar o sentir las obras. Los nexos de unión entre Iñigo Arregi y la organización nacional de ciegos hicieron que está cita fuese posible.
Tras una breve breve explicación y presentación, todo el grupo sigue los pasos de Arregi. Voy varios pasos adelantado para ver las reacciones de todas las partes. A mi lado, los responsables de comunicación de la ONCE graban los sonidos del ambiente de la sala. Descubro que un simple sonido ambiental puede resultar mucho más descriptivo de lo que uno cree. Iñigo Arregi explica la primera obra de la sala, que anteriormente ha descrito para sus invitados.
Éstos empiezan a tocar cada uno de los recovecos de la obra. Intento imaginar cómo lo sienten. Intento ponerme en su piel para comprender cómo se puede visualizar mentalmente algo con el resto de sentidos. Notas sus caras de concentración y sabes que, en cierta forma, captan las formas que tú estás viendo con tus ojos.
Sentirte como ellos: la oscuridad del antifaz
Aun no hemos llegado al ecuador de la visita y a Iñigo se le nota más tranquilo. Al fin y al cabo, es una experiencia nueva para él. Ayuda a sus invitados e invitadas a descubrir cada una de sus esculturas. Les transmite su visión de las formas, las ideas que ha pretendido plasmar. Les explica el proceso que sigue para dar forma a su trabajo. Los oyentes cada vez se sienten más cerca de Arregi. Le hacen preguntas de todo tipo. En un momento, el artista les hace una confesión: “es mi mejor exposición hasta la fecha”. Se le ilumina la mirada y nos regala una sonrisa que lo dice todo.
Me alejo del grupo principal y espío a varios visitantes. Ya estén solas o acompañadas, estas personas están descubriendo una serie de elementos que no concibo sin la ayuda de la visión. Escuchas las explicaciones que dan a sus acompañantes y descubres que sus manos hacen un trabajo doble. A estas alturas de la visita, me sorprende la cantidad de preguntas que me vienen a la cabeza.
Llegamos casi al final de la visita y a Iñigo aun le queda una última sorpresa. Alguien le invita a ponerse un antifaz y así sentir su obra de una forma distinta. El artista acepta el resto y se dirige a una obra de pequeño formato. Durante un par de minutos, el artista se sumerge de una forma totalmente nueva en su obra. Ya sin el antifaz, nos confiesa que ha sido algo nuevo, muy interesante y curioso, ya que nunca había sentido su obra de esa forma. Me quedo con las ganas de pedirle el antifaz y sumergirme en esa sensación, pero prefiero seguir espiando con mi cámara.
La visita llega al rincón en el que la exposición simula el estudio del artista. Allí, los visitantes de hoy pueden tocar una serie de pequeñas maquetas. Así se entienden mejor sus formas y las características de las obras. Y con esto, el final a una visita diferente. Si ya es un placer tener de guía al autor de las obras, la experiencia es aun más increíble cuando un grupo de personas te dan tantas y tan buenas reflexiones en apenas una hora.
Me marcho de la sala y Arregi sigue sonriendo. Se le nota realmente contento, agradecido por el calor recibido por aquel grupo de personas. Un grupo que nunca podrá ver el trabajo del artista, pero que hoy ha vivido una experiencia realmente bella. Mientras tanto, otros hemos recibido una lección de superación.
Qué importante es ponerse en el lugar de los demás. Es esencial para poder ser empático y mejor persona.