Todos sabemos que hace un año, el Partido Popular no obtuvo una mayoría holgada para gobernar sólo. Su incapacidad de llegar a un acuerdo y la falta de unión entre el resto de fuerzas hizo que nos viésemos de nuevo en el colegio electoral seis meses después. Los resultados fueron mejores para el PP, que junto a Ciudadanos y el escaño de Coalición Canarias está a 11 escaños de seguir gobernando en nuestro país. Hay que buscar un partido que pueda ofrecer una abstención que suponga ese número de escaños.
El PSOE siempre tuvo una postura muy clara: No a Rajoy y por ende, no al PP. A Pedro Sanchez se le pueden criticar muchas cosas, pero siempre tuvo clara su postura frente al Gobierno actual. Quiso ser líder de un Gobierno de cambio, pero los vetos mutuos entre el resto de fuerzas hicieron que el socialista se tuviese que contentar con una revalida electoral.
Dicha revalida sólo ha servido para fortalecer el peso político del Partido Popular, que vio una mejora considerable de sus resultados electorales. Con esta situación, y ante lo difícil que sería mantener un Gobierno de mínimos con el resto de fuerzas (no nos olvidemos de la mayoría absoluta popular en el Senado), está claro que las únicas vías posibles eran o una abstención socialista o unas terceras elecciones. El PP se ha encargado, como siempre, de plantar la semilla del miedo. No se le ha escapado oportunidad alguna en la que pudiese advertir del peligro que traerían unas supuestas terceras elecciones. Ya ves tú, el PP ha hecho que los españoles cojan miedo al mayor instrumento democrático de la historia: el sufragio universal.
El escenario apocalíptico que ha firmado el PP ha hecho que se muevan las corrientes críticas del socialismo. Estos movimientos han acabado convirtiéndose en uno de los episodios más vergonzosos de la formación socialista en sus 137 años de historia. El derrocamiento de Sánchez tiene más de golpe de estado que de ejemplo de democracia interna. La abstención socialista se ha ido forjando poco a poco en la sombra, hasta convertirse en algo que hoy, 21 de octubre, tiene pinta de ser una realidad inminente.
Una abstención por interés propio
En los últimos días, el ala más centrista y moderada del PSOE ha dejado bien clara cuál debe ser la postura oficial. Al igual que el PP, han intentado plantar su semilla entre el electorado. Nos han dicho que no se puede negociar con quienes pretenden romper España, ni con aquellos que los apoyan. Nos han intentado vender que el PSOE no será el culpable de que haya unas terceras elecciones, algo que resulta doloroso a los ojos desde algunos prismas. El PSOE no elige entre un Gobierno de Rajoy o unas terceras elecciones. Debe elegir entre lo malo y lo menos malo por sus intereses.
El bochorno socialista y la semilla del miedo no ayudarían al PSOE en unas terceras elecciones. Seguramente volverían a firmar su peor resultado electoral en unas generales por tercera vez consecutiva. Esto supone menos poder político, menos ingresos por diputado, menos empleos directos, en definitiva, menos PSOE en el hemiciclo. Ahora sólo queda conformarse con este paupérrimo resultado si se compara con el pasado y esperar. Esperar a que la gente olvide este 2016 aciago para el socialismo, a que Rajoy se hunda junto a su partido y que las aguas de la política española sigan corriendo. Esperar una explosión de la burbuja de la nueva política e intentar pescar en ese río revuelto. Haciendo un simil deportivo, el PSOE es ese rival humilde que salta al Bernabéu con el objetivo de vivir la experiencia y esperar que no le caiga un carro de goles, y si finalmente empata, esperar el milagro en el partido de vuelta.
No entiendo ese énfasis por evitar las terceras elecciones. Si se trata de evitar el gasto público, el PSOE tuvo en sus manos la posibilidad de evitar las segundas elecciones. Evidentemente, en ese momento se optó por lo fácil, por hacer unas nuevas elecciones “a modo de segunda vuelta”. Que todo el mundo contemplase la falta de dialogo entre nuestras fuerzas políticas no fue un acto vergonzoso. Que nuestra democracia demostrase su inmadurez a la hora de buscar alianzas reales y no pequeños guiños a partidos nacionalistas para que con ellos se lograse la mayoría simple no fue nada para sentirnos avergonzados.
¿Un PSOE aburguesado?
Todo esto ha ocurrido en una etapa bastante problemática para el PSOE. En los últimos años, al referente progresista de nuestro país le ha salido un contrincante que le ha plantado cara. Acostumbrado a tener al otro referente de izquierdas a muchísimos escaños por detrás, Podemos ha supuesto un revés en su camino. Ha absorbido buena parte del voto joven y de aquellas personas con una visión mucho más progresista e izquierdista.
Podemos hablar de los máximos dirigentes del socialismo actual. Las federaciones socialistas más poderosas están dirigidas por grupos más moderados. Desde hace unos años, las cabezas visibles de Andalucía, Extremadura o Castilla la Mancha han tenido un perfil mucho más moderado y centrista. El apoyo de Ciudadanos a Susana Diaz o los gestos de Guillermo Fernández Vara contra una Izquierda Unida a la que no traga, son detalles de un PSOE al que le falta un debate interno.
Está claro que los años pasan y las realidades sociales de un país cambian. La España de 1978 no es la de 2016. La enorme clase obrera de hace 40 años fue absorbida por una clase media. El PSOE parece que también ha cambiado, dejando a un lado su postura más socialista pura. Se ha alejado del puño en alto, de la Internacional y de la calle para acercarse más a la corbata, a tratar de tú a tú con el poder y las clases altas. Los que ayer gritaban Gora Euskadi Askatuta en frontones bilbainos, hoy viven de las grandes corporaciones y piden dar en bandeja de plata el gobierno a los conservadores.
Está claro que debemos alejarnos de los gestos de cara a la galería, de los detalles y pasar a los hechos, pero éstos deben tener una lógica. No podemos decir que el Partido Popular nos ha hundido y es lo peor que le puede pasar a España y abstenernos para evitar una acción democrática. Demos la cara y aceptemos que no vamos más allá por miedo. Seamos sinceros y tengamos principios. Hay que votar con el corazón y con la cabeza, pero no pensando en la cartera de quien te da de comer. Ls triquiñuelas y los gestos vistos hasta ahora sí que son para sentirnos avergonzados de nuestra madurez política.
Foto: PSOE de Andalucia, Creative Commons en Flickr.