Llámame raro: me gusta que me hagan encuestas. Me gusta dejar mi opinión en la red. Cumplimento todos los cuestionarios de satisfacción que me mandan y hasta me presto a contestar sondeos telefónicos. Y sí, lo hago gratis. Bueno, salvo en algunos casos, donde gano unos euros contestando encuestas, pero apenas son 50 euros al año.
No, no es algo sexual. No me pone contestar preguntas, al menos no en un contexto tan amplio. Lo que me gusta es ayudar con mi experiencia y mi forma de ver las cosas. Me gusta recomendar y que me recomienden productos o servicios. De ahí que al comprar algo en Amazon, lo primero que hago en la ficha del producto es darle uso al scroll y mirar las opiniones de quienes ya han comprado el producto. Lo mismo me ocurre cuando me entero que voy a cenar en un sitio nuevo. Abro el Maps y echo un vistazo a las reseñas que tiene ese establecimiento.
Vale, sé que existen muchas, muchísimas opiniones que son más falsas que Judas. Vale, puede que la visión de un consumidor y sus necesidades disten mucho de las mías, pero por lo general me sirven para hacerme una idea de lo que me puedo encontrar.
Os pongo un ejemplo práctico. Hace unos años hice un viaje por los Estados Unidos. Buscábamos un hotel en Memphis. Pese a que no me gusta, tuve que tirar de Tripadvisor para conocer la opinión de un par de establecimientos. El problema es que mi red de contactos, pese a ser terriblemente extensa, no era lo suficientemente amplia como para conseguir recomendaciones hoteleras en una ciudad media de los Estados Unidos. Tenía dudas entre dos hoteles, especialmente con uno, que era realmente barato y había algo que no nos cuadraba. Las opiniones sobre este hotel en Tripadvisor hablaban de insectos, una zona peligrosa, un olor raro en el baño y hasta sábanas sucias. Leí unas 50 opiniones, de las cuales más de la mitad dejaban el hotel con un insuficiente alto. Quizás fuese la competencia haciendo el trabajo sucio, pero para eso está la posibilidad de contrastar la información.
Acabé en Couchsurfing, donde pedí consejo sobre zonas seguras para dormir en Memphis. Además, comenté que estaba mirando moteles en la zona en la que estaba el hotel de las malas opiniones. En un par de días, varios usuarios de aquella web me recomendaron alejarme de esa zona ya que no era de las más seguras. Puede que ellos también me mintiesen, o puede que no.
Está claro que las opiniones no son siempre reales y que existe un gran negocio tras ello, pero también existe muchísima gente a la que le gusta sentirse útil. La red ha hecho evolucionar al consumidor hasta niveles asombrosos. La figura del prosumidor es un hecho, y cada día son más y más profesionales. Gente como mi apreciado @luisete, que es mi experto en hamburgueserías. Gracias a él descubrí los Goiko Grill. Cada día que pasa, las opiniones son más importantes en el proceso de compra, ya sea éste online u offline. Puede que mi honestidad, de la que me siento muy orgulloso, me lleve a querer opinar de todo. Puede que por ello exija el mismo nivel de sinceridad. O puede que no. El caso es que me gusta opinar. ¿Y a ti?