Ayer a la tarde, charlaba con una amiga cuando me acordé de Elena, de su forma de ver la vida. Se lo iba a comentar justo cuando el camarero del Starbucks gritó su nombre. En ese instante de soledad, decidí echarme la mano al bolsillo y sacar el móvil. Actualicé Twitter y allí vi su foto, esa foto en la que sale radiante. Debajo de ésta, un titular que me dejó helado. Me quedé en blanco, con una sensación de frialdad que me dejó tocado el resto de la tarde. Cuando mi amiga volvió, le expliqué la terrible noticia. Ella no tuvo el placer de conocer a Elena, pero seguro que le hubiese caído genial.
Elena era, joder, qué difícil se me hace hablar de Elena en pasado. Elena era una persona maravillosa. Una de las pocas personas que realmente llegó a Twitter para disfrutarlo. No alardeaba, ni buscaba polémica, sólo quería charlar y compartir pequeños retazos de su vida, de sus viajes, de su trabajo. Su sencillez, su humildad y su calor afectivo nos conquisto a decenas de tuiteros y tuiteras que, desde ayer, nos quedamos huérfanos de una buena amiga.
Nunca me olvidaré de aquella tarde en la terraza del hotel Oscar en la que nos junto a unos cuantos locos/as de su timeline. Tampoco se me olvidará lo mucho que le gustaban mis historias amorosas contadas en este blog. Me acuerdo de aquella mañana de mayo en la que nos hiciste madrugar para ver el final de nuestra querida Lost.
Elena era una magnífica persona, pero su faceta profesional no se quedaba atrás. Ella ayudó a crear la parrilla interesante de la última cadena de televisión privada. Porque Cuatro molaba mucho, y en parte era culpa suya. Hablar de Elena es hablar de Lost, de vibrar con la España que ganó el mundial (¿Os acordáis del mítico “podemos” de 2010?). Una mujer que allá donde fue, dejó su marca en lo profesional y, sobre todo, en lo personal.
Una persona que te trataba con el mismo cariño y respeto que le daba a una superestrella, que pese a ser una de las personas más influyentes del mundo de la televisión de este país, estaba a años luz de sentirse especial por ello. Pasarán los años y aun seguiré sorprendido por su sencillez y su afecto hacia la gente que conoció en Twitter. Su TL que acabó siendo el de muchos de nosotros/as, ya que sus amistades se acabaron convirtiendo en las nuestras.
Nada más enterarme de la noticia de su fallecimiento, supe que debía escribirle unas lineas en este blog. Porque sé que le haría ilusión, y porque me apetecía decir lo mucho que la admiraba y respetaba. Muchísimas gracias por tu amistad, Elena. Gracias por habernos querido tanto y por dejarte querer. Nunca te olvidaremos.
Descansa en paz.