A mediados de los 60, James Brown nos cantaba que este es un mundo de hombres. Y lo era, y lo sigue siendo. Lo ha sido desde tiempos inmemorables. La gran mayoría de sociedades, especialmente las más amplias, se han basado desde el comienzo de los tiempos en un poder masculino. El patriarcado va más allá de nuestros padres y abuelos. Aún no sabíamos usar la escritura y ya había un macho dominando a las hembras. Nuestros valores religiosos, laborales, sociales,… todos ellos se han ido forjando y pasando de generación en generación con un mismo planteamiento: el hombre es el ser superior.
Es posible que alguna persona ya no haya llegado hasta este párrafo. Si es así, me alegro, puesto que ese tipo de personas no se merecen mi respeto. Aquellos y aquellas que no saben entender y escuchar toda una reflexión compleja no merecen mi respeto ni creo que tengan la capacidad de regir nada en este mundo. Sigamos. Como iba contando, durante siglos y siglos hemos permitido que una regla se mantenga firme sin lógica alguna. La sociedad ha necesitado mucho, demasiado tiempo en entender que las mujeres no son inferiores ni superiores al hombre. La igualdad es un hecho, por mucho que les pese a quienes intentan sostener sus creencias y sus valores arcaicos. Hoy más que nunca, debemos aceptar como sociedad que no deben existir barreras intangibles en el camino de la mujer hacia la igualdad frente al hombre.
Quizás sea el momento de aceptar los hechos, de reconocer que hemos obrado mal, que no se ha hecho justicia, y que quizás sea el momento de trabajar en hacer que las cosas lo sean lo antes posible. Aquí, como en casi todo hecho más allá de lo deportivo, no habrá vencedores ni vencidos, sino una sociedad que estará a la altura de los tiempos y de la modernidad.
No será tarea fácil. Nos basamos en pensamientos, acciones, detalles que están totalmente acomodados en nuestra rutina, en nuestra vida desde hace muchas generaciones. Nadie dijo que fuese fácil ni inmediato, pero la otra opción no es mejor. Debemos ayudar a erradicar un hecho que quizás a nuestros nietos les sea anecdótico, mientras que a nuestros hijos e hijas les resultará una tarea a medio acabar por parte de sus padres y madres. El sexismo, el machismo no va a desaparecer de la noche a la mañana, esto es algo difícil de entender y de digerir, especialmente si eres parte de las personas que los sufren a diario. Al igual que muchos males endémicos de nuestra sociedad, como el racismo o la homofobia, el machismo tardará mucho en desaparecer. Hace 70 años, la sociedad negra de los Estados Unidos no tenían los mismos derechos que la blanca. Décadas después, son parte del país, pese a que aún hoy haya quienes los vean como un problema. Por suerte, la educación por el respeto y la concienciación de las nuevas generaciones ha hecho que hoy los segregacionistas sean un grupo reducido en un inmenso mar de esperanza.
Debemos luchar por la igualdad y debemos hacerlo desde el respeto. Debemos olvidarnos de aquellas partes que intentan hacerse ver o posicionarse como líderes de opinión. Aquí no hay líderes, puesto que sólo hay una salida: la igualdad. Olvidémonos de quienes intentan torpedear ésta usando falacias y argumentos casi pueriles. Abramos los brazos a todas las personas que queremos un mundo más justo y un trato igualitario. Olvidémonos también de esas figuras que buscan querer llegar hoy a Júpiter sin ni siquiera salir de su casa. Aquí no hay espacio para el radicalismo, para el odio, para la lucha agresiva o para la confrontación. El mundo es testigo que éstas herramientas nunca han sido útiles para ningún fin, y que la gran mayoría de avances sociales de nuestra sociedad se han dado con lógica y en paz.
Enseñemos a nuestros hijos lo que quizás no hicieron nuestros padres. Que nuestras hijas escuchen las palabras que quizás no escucharon sus madres. Que la próxima generación de ciudadanos y ciudadanas de nuestra sociedad crezca con un discurso en el que la igualdad sea un hecho y un derecho. No generemos guerras estúpidas, debatamos por partes del problema y acabemos en el punto de partida una y otra vez. Hablemos de tú a tú, tratémonos como iguales y acabaremos haciendo algo de lo que seguramente estén orgullosas las nuevas generaciones. Hagamos que este no sea un mundo de hombres nunca más. En todo caso, que sea uno de hombres y mujeres. Depende de ti y de mi. Yo ya he decidido trabajar en ello. Espero verte pronto a mi lado.