Es difícil hablar de algo que no has vivido. No había nacido aún cuando se dio el trágico suceso del 3 de marzo de 1976. Tengo que agarrarme a las grabaciones de la policía, a los escritos y a las vivencias de quienes estuvieron presentes en la iglesia de San Francisco. Resulta difícil, pero no imposible.
Recuerdo haber escuchado la historia siendo un niño y sobrecogerme algunos años más tarde cuando visitaba la parroquia, ya fuese por alguna clase de catequesis o por algún funeral. Aún hay días en los que me paro frente a ella y trato de imaginar aquella locura. Mis padres cambiaron mi casa, que está a cien metros de la iglesia, por la de unos familiares, algo alejada de todo aquello. Mi padre me ha explicado cientos de veces que la ciudad estaba tomada por la policía, que lo que sucedió en San Francisco de Asís fue una auténtica barbaridad. Recuerda el dolor que generó en la ciudad. Si busco en el trastero, encontraré la pelota de goma que aterrizó en la sucursal en la que mi padre, carpintero de profesión, colocaba paneles de madera en donde había lunas de cristal.
Cuarenta años después, puede que algunos de los de mi generación no conozcan la historia. Esto hará que, poco a poco, ésta se vaya olvidando. Una historia en la que cinco personas perdieron la vida, más de un centenar sufrieron heridas por arma de fuego y nunca, repito nunca hubo culpables. Nadie pagó por aquello. Ante los ojos de la opinión pública, en el 3 de marzo de 1976 no hubo víctimas, o éstas están a otra altura, no sabemos si más o menos alta, que otras.
No podemos cometer el riesgo de olvidar lo sucedido. Sin tener que usarlo como arma política, debemos recordar que las cinco familias de los muertos en el 3 de marzo de Vitoria nunca fueron reconocidas como tal por la gran opinión pública. Debemos exigir su reconocimiento, su respeto y compensar el dolor y el silencio que han recibido durante décadas. Debemos pedir que de una vez por todas, se pongan y declaren culpables. Lejos del revanchismo, es necesario escribir la última palabra para terminar este suceso trágico en la historia moderna de nuestro país y sociedad.
Debemos explicar el suceso de Vitoria para entender la lucha obrera que nos aportó una buena cantidad de derechos. Las nuevas generaciones necesitan conocer qué ocurrió dentro de la iglesia para no volver a cometer esos errores, para entender lo dura que fue la vida en aquellos tiempos. En esos relatos no deberá ni habrá revanchismo ni serán un hervidero del odio. Sólo nos ayudarán a respetar a quienes lucharon por un mundo más justo. De ahí que cada año, pierda un rato en escribir unas palabras en homenaje a los 5 fallecidos. Nunca os olvidaremos.