29 de diciembre. Como todos los años, aquí estoy, escribiendo un post sobre lo bien o mal que me ha ido en los últimos 12 meses. Es lo que tiene ser un blogger de los de la vieja escuela, con un blog personal. Ha pasado un año desde que hice una lista con los mejores momentos de 2014. Hoy no quiero hacer listas puesto que no me quiero quedar con cuatro o cinco recuerdos.
2015 ha sido un año… raro. Arrancó como de costumbre, bastante mal. Creo que sólo he visto un año bueno positivo en mi vida. A partir de ahí, ha sido un año griscasioscuro en muchos aspectos de mi vida, aunque hay aspectos positivos en ello. Hoy me siento infinitamente más maduro que hace un año. Creo que, por primera vez en mi vida, me siento totalmente adulto. Puede que sea estar a unos días de los 30 años, pero siento que mis actos, que mis reflexiones y en general mi vida es mucho más seria y adulta. Quizás haya perdido la frescura de la juventud o quizás esté de vacaciones, pero lo cierto es que me siento mucho mayor.
Es un año en el que he descubierto el amor y especialmente el respeto hacia los animales. El haber cuidado un perro durante 7 días me ha hecho descubrir otra clase de cariño o amistad. Hace 5 años tenía pánico a los perros, pero hoy… veo uno por la calle y siento hasta cariño hacia él.
2015 fue el año de la bicicleta. Con 29 años y medio decidí aprender a montar en bici. 3 tardes después, mi padre disfrutó viendo a su hijo sobre dos ruedas. Fue bonito, especialmente para él. He de reconocer que no la he usado casi desde entonces, pero el lograr ese reto supuso una gran alegría en una época en la que el gris oscuro rozaba el negro.
Este año he seguido disfrutando de la música. No olvidaré el magnífico Azkena Rock Festival de este año, con ZZ Top y The White Buffalo. Inolvidable el haber podido saludar a Billy Gibbons, que éste me firmase unas fotos que le hice en 2008 y se llevase una de recuerdo. Tampoco podré olvidar mi primer concierto (en el fondo, mi primera vez) en el Calderón. AC/DC me parecieron igual de espectaculares, sólo que seis años más mayor. Todo un placer haber compartido concierto con la buena de la Mery.
Ha sido el año de mi regreso a Sevilla. Dije que no volvería al EBE, pero éste me hizo ojitos y yo, pues bueno, le volví a dar mi corazón. Ese evento me volvió a regalar tres días llenos de buenos y gratos recuerdos, acompañado por personas maravillosas. Gente a la que considero mi amiga y a la que apenas veo en persona, pero a la que quiero y admiro como a mis amigos del colegio.
Ha sido un año completo, con bastantes momentos para olvidar, pero que parece acabar con mejores vibraciones. Éstas y los retos que se presentan por delante hacen del 2016 un año interesante. Mis 30 años arrancarán con mi primera visita al tatuador, con un montón de proyectos pendientes de una o varias cosas, con la mirada puesta en más conciertos, en más retos, viajes y muchas más cosas. El año pasado tenía una visión pesimista del futuro, mientras que hoy, todo se ve despejado. Todo está en el aire, pero en esta ocasión, tengo alas para volar. De mí depende de conseguirlo o no.
Nos vemos en 2016.