Ya he vuelto de Sevilla. Mi sexta vuelta a la realidad tras el EBE. Reconozco que son días muy duros porque cuesta decir hasta pronto a tantos y tan buenos amigos y amigas. Sin embargo, en esta ocasión hay algo que ha hecho que la vuelta sea menos dolorosa. Y la culpa es de un puñado de personas, las mismas que compraron una de mis chapas solidarias. Hombres y mujeres (y trols) que han hecho posible conseguir llegar a meta. Fui a Sevilla con la ilusión de hacer una acción solidaria y lo conseguí: hemos apadrinado una bicicleta.
Mentiré si digo que me conformaba con apadrinar una bicicleta. Reconozco no haber hecho los esfuerzos suficientes para haber dado más visibilidad a la idea. Es cierto que me volví a casa con un puñado de chapas, pero eso no hace que me sienta mal. Al contrario, me anima a tener que trabajar más y no parar hasta que todas estas chapas ayuden a una acción solidaria.
Como os dije antes del viaje, el objetivo era colaborar en las acciones de Bicicletas sin Fronteras. Los 70 euros que junté por la venta de las chapas irán de forma integra a ellos. Aún no he tenido tiempo de hacer el ingreso, pero tan pronto lo haga, os enseñaré el extracto. Si recibo cualquier tipo de información por parte de BsF os lo haré llegar, puesto que esa bicicleta está apadrinada por al menos 35 personas. A todas ellas, muchísimas gracias. Y gracias a todas las personas que me ayudaron a dar visibilidad a la idea en el EBE. Mil gracias a gente como Txema, Inma o Clara, gente que puso su granito de arena y hasta se atrevió a subir a dar la charla con la chapa.
Creo que con esta acción cierro uno de los años más solidarios de mi vida. Tras hacerme socio de ACNUR, hice lo mismo con Amnistía Internacional. He colaborado económicamente en varias catástrofes naturales y ayudado en acciones de recogida de alimentos. Si hay algo que me ha dejado claro estos últimos 365 días es que los pequeños gestos, por muy pequeños que sean, ayudan.
Gracias, muchas gracias de todo corazón.