Ay, Vitoria de mis amores. Esa ciudad que siempre, sin quererlo o queriendo ha estado en un segundo plano. La ciudad que nadie sabe dónde está. La desconocida de las tres capitales de provincia vascas.Una ciudad bonita que, sin embargo, parece que no sabe hacia dónde debe encaminar su futuro. Donosti es la capital de los pintxos y del buen comer, Bilbao es la ciudad cosmopolita del Guggenheim, ¿Y Vitoria? ¿Qué somos?
Siempre he creído que es bueno encasillarte en algún tipo de reclamo turístico. Si se elige bien, si se diseña un plan a largo plazo y se hace todo debidamente, no sólo es bueno para atraer turistas, sino que mejora la imagen de la ciudad, genera empleo, atrae inversiones, potencia un sector o producto hasta elevarlo a un nivel de calidad excelente. Desde luego, con el trabajo bien hecho son todo ventajas. El mejor ejemplo que tenemos por la zona es el de Bilbao, que en dos décadas ha cambiado totalmente su imagen. Han pasado de ser una ciudad industrial gris a ser un referente de la zona norte del país. Atraen turistas por sus museos, celebran grandes eventos sociales como festivales de música y han seguido apostando por su feria de muestras. Inviertieron (mucho) a largo plazo. 20 años después, las cosas han ido por buen camino, o eso parece.
Verde, napoleónica y deliciosa
Sin embargo, mi ciudad parece haberse estancado, o quizás no hayamos hecho bien los deberes. Está claro que podríamos ser una de las ciudades más verdes del planeta. De hecho, fuimos capital verde europea en 2012. De ahí que tengamos un maravilloso seto en la Virgen Blanca que ojo, ha sido un acierto. Se ha convertido en el símbolo de la ciudad. Fuimos el centro de la ecología en Europa durante un año. ¿Qué aportó a la ciudad? Cierto reconocimiento, aunque más bien poco.
Creí que iba a ser un pretexto para crear algunos eventos o acciones que guardasen un buen recuerdo. No sé, un concierto mítico, el desarrollo de una acción especial, la construcción de algo que perdurase para siempre. Cosas que son llamativas, puede que hasta populistas, pero que consiguen movilizar a la ciudad o que atraen al resto del planeta. Mi sensación respecto a la Green Capital es prácticamente inexistente. Pasó y listo.
Pero nuestro alcalde, Javier Maroto, quería hacer que la ciudad estuviese en el mapa, y si 2012 fue un año verde, el 2013 sería napoleónico. Se celebraba el bicentenario de la Batalla de Vitoria-Gasteiz, y se celebraron varios actos interesantes. Recreaciones, un concierto en la Virgen Blanca,… no se, parecía que la cosa iba mejor, al menos los vitorianos/as estábamos presentes. Pero tampoco fue el boom que se esperaba. Parece ser que al turista genérico no le vuelven locas las gueras napoleónicas.
Parecía imposible, pero Javier Maroto lo volvió a intentar. Lo verde parecía no haber enganchado, al igual que las guerras del siglo XIX. ¿Qué nos quedaba? ¡La gastronomía! Claro, eso es. Tenemos la mejor patata, la mejor sal y el mejor vino del mundo. Hasta una estrella Michelín. ¿Por qué no aspiramos a ser Capital Gastronómica de España?
Y lo fuimos. En 2014 Vitoria-Gasteiz fue el epicentro de la gastronomía nacional. O bueno, lo intentó. Mi sensación con la Capitalidad gastronómica es la misma que con la Green Capital. Pudimos hacer muchas cosas, pero hicimos la mitad y a medio gas. Esta capitalidad no pasará a la historia salvo por intentar ser un plan para la reactivación de la hostelería vitoriana y ojo, con muchas polémicas. Y hablando de polémicas, lo único que pasará realmente a la historia será aquella tortilla de patatas, la que pudo ser y no fue la más grande del mundo según el Guinness. Una acción que desde un principio se sabía que no iba a causar un gran impacto y que sólo sirvió para darle un pellizquito a un cocinero vitoriano (que ojo, se lo ganaría) y para ser un arma política.
Vaya, en tres años hemos intentado ser tres cosas diferentes y nada oye, todo parece quedarse en pólvora mojada. Ahora Maroto aspira a celebrar unos Juegos Olímpicos. Ojo cuidado, son Olímpicos si, pero de la juventud. Vitoria aspira a ser sede de estos juegos en 2021. ¿Y mientras? No podemos depender de un evento como ese para perfilar el futuro de Vitoria, a no ser que centremos nuestros esfuerzos en ser un referente para los deportistas. El ex alcalde Patxi Lazcoz ya quiso hacer una especie de centro de tecnificación deportiva en la ciudad, pero claro, vino la crisis. Y las cosas como son, tampoco tuvo mucho apoyo ciudadano.
¿Y si el problema somos nosotros/as?
Recuerdo haber tenido durante años un vale para un primer viaje en metro ligero (ojo, que no tranvía). Un proyecto que hasta tuvo una exposición en el centro de la ciudad. No se hizo por las reticencias que se generaron, aunque años más tarde se construyera. Muchos/as dijeron que era inútil, que no se usaría, y hoy en día supone un buen porcentaje del transporte de la ciudad.
Desde siempre, Vitoria-Gasteiz ha atraido a los congresos. Es una ciudad pequeña, que no debería tener problemas para poder reservar un buen puñado de habitaciones de hotel. Teníamos un palacio de congresos pequeño, pero coqueto. No entiendo como pese a saber que éramos buenos con los congresos, no hayamos apostado por ellos hasta hoy. La ampliación y reforma del Europa llega con muchos años de retraso. Bilbao y San Sebastian nos han comido la tostada, así que ahora tendremos que volver a trabajar duro para estar a la altura.
Tenemos dos eventos musicales excelentes como son el Festival de jazz y el Azkena Rock Festival. El segundo atrae anualmente a miles de personas de fuera, llenando los hoteles de la ciudad. Sabemos desde hace un lustro que potenciar el Azkena sin hacer locuras conllevaría atraer más gente. Y ojo, porque los que vienen no son el perfil de jóvenes con cuatro reales que no gastan. El perfil del azkenero/a es de unos 40 años que buscan buen comer y mejor dormir. Podemos decir lo mismo del Jazz.
Lazcoz quiso hacer un palacio de congresos con una sala con una magnífica acústica. Se iba a llamar BAIC y costaría unos 160 millones de euros en total. Evidentemente, era mucho dinero, muchísimo en una ciudad como es Vitoria Gasteiz, donde todo lo nuevo aterroriza al principio. Se estima que la sala acústica y la de congresos hubiesen supuesto unos 60 millones. Quizás hubiese sido una buena idea potenciar Vitoria como una ciudad musical, apoyando al conservatorio local. Pero tampoco hemos hecho nada. ¿Para qué apoyar el Jazz si es sólo para unos pijos y el Azkena es algo que nunca voy a pisar?
Siempre he tenido una sensación agridulce con mis paisanos. Es como si mi Vitoria quisiese estar a la altura de otras sin hacer nada y sobre todo, sin gastar ni un solo duro. Por desgracia, los milagros parece que sólo ocurrieron en tiempos bíblicos. Quizás seamos muy críticos a la hora de aceptar los proyectos y nos excedemos de pesimistas con ellos. Quizás debamos saber apostar como otras ciudades por un modelo de ciudad elaborado en la unidad y no en el partidismo o electoralismo.
Es difícil porque pese a que nosotros/as seamos más abiertos, después los políticos nos devolverán a la realidad. En este país parece imposible ver la unidad para sacar adelante un proyecto. ¿Apoyar una buena idea de alguien que no es de tu partido? ¿A qué juegas? Esa es mi sensación.
Vitoria-Gasteiz no necesita un plan para ser un referente turístico, sino más bien un plan para darse a conocer y potenciar su marca personal, sea cual sea. Centrarse en una y no ir saltando de una en una hasta conseguir la que mejor le siente. Es algo complejo, difícil y duro, que requiere el énfasis de los ciudadanos y de la clase política, pero resultará tremendamente útil de cara al futuro. No quiero una Expo 92, quiero que mi ciudad sepa lo que es y hacia dónde va. No me apetece volver a ser la ciudad verde napoleónica gastronómica.