Hubo un momento en el que era más socialista que sus líderes. Sentía el socialismo en mi corazón cual patriota americano siente su bandera el cuatro de julio. Me ponías el himno de la rosa y oye, los pelos de punta. Pero un día vi la luz, y empecé a ver lo feo de ese partido. Las disputas internas, la falta de valentía en algunos casos, o algunas acciones estando en el poder impensables para un partido que se jacta de ser democrático y de izquierdas. A un paso de entrar y ser parte de él, pasé a estar lejos, muy lejos de su forma de ver el mundo.
Como yo, mucha gente se ha alejado del partido, ya sea como simpatizantes o miembros activos. Desde luego, no hay una sola causa de esta desconexión con el electorado, ni un único culpable. Un par de legislaturas, menos de 8 años han servido al socialismo para pasar del poder a llegar a ser muy posiblemente la tercera fuerza política del país. Desde el adiós de Zapatero, el inicio de la crisis y el relevo de Rubalcaba, el socialismo ha vivido unos años llenos de derrotas electorales, perdida de confianza, problemas de liderazgo, luchas internas por el poder y un largo etc. de situaciones para el olvido.
¿Cómo se ha llegado a tocar fondo? Nos acordamos de aquel PSOE de Almunia, teniendo los peores resultados electorales en años y saben buenos a día de hoy para muchos socialistas. Quizás sea el momento de reflexionar y ver lo que se ha hecho durante esta última década.
Una renovación flojita
Siempre me enseñaron que hay que mirar hacia adelante y nunca hacia atrás, especialmente con los cambios. Zapatero fue una gran cara para un socialismo que a principios de siglo XXI vivía gestionado por los grandes barones autonómicos. Los que forjaron el mito de Suresnes ya se habían quedado anticuados. Ellos hicieron la revolución clandestina, con pasquines hechos con multicopistas. En el año 2000, la telefonía móvil empezaba a coger fuerza, y existía un canal llamado internet que apuntaba fuerte. Estaba claro que el cambio iba a venir bien.
Y se renovó, aunque sin dejar de lado el pasado. Se apostó y se dio peso por las figuras claves del socialismo. Porque es mejor tener contentos a las vacas sagradas a cabrearles y que empiecen a mugir. Es la diferencia entre la izquierda y la derecha en España. El conservadurismo mantiene una ley del silencio que no envidiaría a la omertá. Mientras nunca se mea fuera del tiesto, en el PSOE siempre habrá una vieja gloria que lance algún dardo. Como diría un viejo apreciado por mí, es lo que tiene haber sido un muerto de hambre, que echas de menos aquellos días de poder y te encabritas.
Después de ocho años de zapaterismo y una gestión bastante mala de los primeros años de la crisis, el socialismo se derrumbó. Es posible que en aquel entonces, España no buscase una cara amable, sino alguien que tuviese la receta para sacarnos de la crisis, y que mejor que los poderosos para ello. No era momento de poner una cara progresista o luchadora, sino amable, que diese confianza. La imagen que puede dar alguien como el viejo Alfredo Perez Rubalcaba.
Una persona encantadora, pero que no aportaba confianza. Y así se vio en las urnas. Pero más allá de éstas, se demostró que el socialismo no quería una vuelta al bunker socialista, o al PSOE de los 80 o 90. Pero se mantuvo, obligado o por voluntad propia. Y llegó el momento de elegir entre Carme Chacon y Rubalcaba. O bueno, el momento en el que el partido, de forma interna, decidiese. Visto desde fuera, pero con topos dentro, uno se entera que en realidad se vota por mantener el puesto, por seguir siendo el que controle el chiringuito en su localidad o provincia. No vaya a pasar que entre uno nuevo y mejor y te eche del sitio que llevas años calentando y en el que no has hecho nada.
Y llegamos a nuestros días. España está sumida en una crisis económica grave, con un desempleo horrible. El PSOE podría haber desarrollado una oposición demoledora contra el Gobierno. Se apostó por la llamada oposición constructiva y útil. Es decir, hablaron lo justo para no meter la pata. Se le atacó poco y mal a un presidente con una mayoría absoluta. Mientras, el pueblo llano pide acciones sociales. Para muchos, las llamadas populistas. Puede que alguien al que le entren de 3000 a vete tú a saber cuantos euros al mes en el banco, pedir esas cosas sea algo populista. Para el que las pide son necesidad pura y dura. Hubo un tipo, que curiosamente se llama como el fundador del PSOE, que vio que se podía y se debía hacer política no de base, sino de necesidad. De pueblo llano, de microeconomía. Estábamos hasta la polla de oír de la crisis de los bancos mientras media España pasaba penurias o hambre.
El 15M no abrió los ojos del socialismo, o quizás si. Por desgracia, quienes seguían controlando el pensamiento político del PSOE no vieron futuro en ese target. Llegaron las primarias, y trajeron a Pedro Sanchez, una cara bonita, un nuevo Zapatero. Perdió el socialismo más luchador, más progresista. Posiblemente el más cercano a la definición exacta de esa palabra. Se apostó por cambiar, y entraron nuevas caras con el mismo pensamiento.
El valor y pescar en el sitio equivocado
Durante los últimos dos o tres años, he tenido la sensación de que el PSOE no tenía claro cuál era su lugar para captar más votos. Su forma de pensar y de actuar me dicen que buscan el voto del centro y de los más moderados por encima de la izquierda pura. Sin embargo, después escucho a Pedro Sanchez decir que son la auténtica izquierda española. Se sienten de izquierda pero actúan como si fuesen una fuerza de centro moderado. ¿Cómo se come eso?
El 15M era una acción social contra el bipartidismo, pero el PSOE debía haber recibido el mensaje. Si quería ganar al futuro, debía cambiar. Menospreció el poder de ese germen social. Yo también lo hice. Varios años después, de aquello ha salido un movimiento ciudadano que puede que acabe con tres décadas de bipartidismo.
El PSOE necesita girar a la izquierda, y necesita hacerlo con valor. No con medias tintas. Hablar de asambleas abiertas con banderas, eslóganes o logotipos es cometer un grave error. Son mítines o actos políticos, los mismos que ha ofrecido Pablo Iglesias en los últimos meses. Sólo que para llegar a ese punto, el de la coleta, ese peligroso bolivariano ha sabido al menos teatralizar como poco el interés por la ciudadanía. No ha ido paseando con rosas o papeletas por mercados y haciendose fotos con señoras mayores. Su movimiento social recorrió España entera y se dejó ver con la gente, pero sobre todo los escuchó y se remangó las manos a su lado. Aunque fuesen actos de cara al público, está claro que los supo hacer mucho mejor que cualquier otra formación política en los últimos 30 años.
Parece que el PSOE quiere hundirse a base de sus propios ataques. El último vino con el último pacto anti terrorista. El PP ofrecía un pacto para reforzar la ley en temas yihadistas. Entre el paquete de medidas, estaba la regularización de la Cadena perpetua en España, algo que siempre ha sido un punto intocable para el socialismo español. Pese a decir en toda clase de medios y saliendo de la boca de infinidad de líderes socialistas, el partido firmó el pacto. El mismo día que se firmaba, los altos cargos del partido decían que apoyaban el pacto, pero que estaban en contra de la cadena perpetua.
Era como ver a José Tomás pidiendo el fin de la tauromaquia con las manos llenas de sangre. Si no aceptas parte de un pacto porque sabes que no es lo que necesita España, te pones en pie y le pides al resto de formaciones o de movimientos sociales que estás en contra de ello. Sólo con el respaldo de la izquierda, con Podemos, IU y las fuerzas nacionalistas, dejarías claro que España no quiere esas leyes. Pero no lo hicieron, firmaron el papel. Lo hicieron por miedo.
Y lo hicieron por miedo al qué dirá la prensa y el PP. Por miedo a lo que diga la AVT, por miedo a que les llamen terroristas o malos españoles por no apoyar una ley que de seguridad al país. Tienen miedo de las palabras de los mentirosos. Lo han tenido siempre, y hoy siguen teniéndolo. Y con este pacto, han intentado pescar votos en el sector más moderado. Por desgracia, éste o bien es votante del PP o ya es un seguidor acérrimo del socialismo de toda la vida. Mientras tapaban un hueco, abrían otro. La izquierda más plural siente vergüenza ante el apoyo a esa ley.
Faltan varios meses para las elecciones generales, pero mucho me temo que el PSOE va a recibir una buena ración de realidad. En ella verá como España ha dejado de creer en el socialismo tal y como ellos lo han cocinado. Porque ese socialismo light, poco progresista o luchador, cercano al poder y que piensa más en la macroeconomía que en el ciudadano de la calle, no es el que cautivó años atrás. Ha cambiado mucho el PSOE desde aquel 1982 en el que Felipe lograse la mayoría absoluta. Tanto ha cambiado que ahora Felipe, el del pueblo, es consejero de una gran compañía.