Siempre tuve una profunda admiración hacia Santiago Carrillo. Quien me conoce, sabe que soy un tipo de izquierdas. Progresista y sobretodo muy democrático, mucho más hoy en día que en mi adolescencia. La admiración hacia Carrillo nació hace mucho tiempo. Por aquella época estaba muy politizado, pero reconozco que la figura de ese hombre hizo que cambiase de idea. No existe el pensamiento único, ni la voz única en un partido.
Me enseñó que a veces hay que perder un poco para ganar algo y no perder mucho en el futuro. Santiago dio su brazo a torcer. Antepuso la democracia española por encima de un color más en la bandera. Creyó que la sociedad sería lo suficientemente madura para que en el futuro retomase el debate entre la monarquía o la republica. Han pasado ya casi 40 años, y el debate aun no se ha dado. Pero como he dicho, Santiago perdió una republica, pero ganó un país, que era tan suyo como de todos los españoles. Recuperó su nacionalidad, su tierra, y ganó una democracia. Algo que siempre quiso para su tierra, ya fuese bajo uno u otro tipo de sistema político.
Siempre me sentí muy cerca de su pensamiento. Era ese profesor al que admiras boquiabierto mientras imparte cátedra. Ganó mi admiración allá cuando yo tenía 15 o 16 años. Ahora, con una edad más madura, don Santiago era uno de mis pocos ídolos políticos. He leído decenas de entrevistas suyas, y he visto muchas grabaciones en las que él tomaba la palabra. Por desgracia, sólo tuve la oportunidad de verle una vez. Ya tenía 90 años, pero francamente, su lucidez asustaba. Aun con 95 años era más bueno que muchos de nuestros jóvenes políticos. Me asustaba perder una mente tan buena. Un hombre que con 97 años aun seguía visitando la radio para analizar la actualidad.
Pero se nos ha ido para siempre. Por suerte, ha estado muchos años junto a nosotros. Muchas generaciones hemos aprendido de él. Gente plural, sin rencores y abierta a la democracia más pura. No solo ha muerto una persona, ha muerto uno de los últimos grandes políticos de España. Posiblemente el más importante dentro de la izquierda nacional. Alguien irremplazable. Le echaremos de menos. Le echaré de menos. Sus palabras, que salían lentamente de su boca, hacían que muchos progresistas reflexionásemos. De sus muchas citas, me quedo con una que hoy en día siento muy mía:
“Yo no soy patriota. Este vocablo que hace más de un siglo significaba la revolución y libertad ha venido a corromperse y hoy manoseado por la peor gente incluye la acepción, más relajada de los intereses políticos y expresa la intransigencia, la intolerancia y la cerrazón mental.”