No todos los sueños son complejos o imposibles. Algunos son diferentes y con un pequeño golpe de suerte se hacen realidad. ¿Queréis que os cuente cómo uno de mis sueños se hizo realidad? Venga, ponte cómodo, que yo me encargo de contarte la historia.
Como ya sabréis, soy un chico de Vitoria. Las fiestas de mi ciudad arrancan el 4 de agosto. Ese día a las seis de la tarde se lanza el chupinazo, un cohete con el que arrancan las fiestas. Cuando explota, un personaje llamado Celedón baja desde el campanario de una iglesia hasta una plaza en la que hay miles de personas. ¿No llegáis a visualizarlo, verdad? Bueno, pulsad aquí y os será más fácil comprenderlo.
¿Ahora si? Sigamos. He vivido esa fiesta desde muchos sitios, desde en medio de la plaza hasta por la tele, viéndolo mientras me tocaba trabajar. Pero me faltaba verlo desde un rincón privilegiado, que no es otro que la balconada de San Miguel. Es esa balconada en la que se lanza el chupinazo, están todas las autoridades y para finalizar, Celedón sube a ella y habla al público. Siempre quise ver una bajada de este noble personaje desde ese rincón. No se, era un sueño, algo que me apetecía vivir. Por eso intenté probar suerte en Twitter. Lancé un tuit pidiendo una invitación para poder acceder a la balconada. En apenas 5 minutos tuve respuesta positiva. Estaba a unos días de cumplir un sueño.
Y se cumplió. El sábado pude asistir al chupinazo desde la balconada. Llegué pronto, cogí un buen sitio y sencillamente aluciné con todo aquel espectáculo. Nunca olvidaré ese momento. Nada más explotar el cohete, miles y miles de personas gritaron, saltaron, se lanzaron champaña y alucinaron tanto o más que yo. Aun sigo boquiabierto. Es algo increíble, asombroso, único. A mi lado había dos hindúes que estaban alucinando. Para ellos era algo nuevo y claro, no habían visto algo así en la vida. Me hizo reflexionar sobre lo chocante y asombroso que tiene que ser para un extranjero ver un evento como éste.
A continuación os dejo un puñado de fotos de ayer. Puede que no sean magnificas, pero para mí son capturas de la realización de un sueño. Y todo gracias a Ramiro González. Fue él quien tuvo el detalle de invitarme a la balconada. No podía despedirme sin agradecerle públicamente ese detalle.
¿Volveré a subir a la balconada? Quien sabe, esperemos que si.