Les seguimos votando porque nuestra sociedad ha evolucionado, o mejor dicho, involucionado. Por desgracia, votamos con el corazón y no con la cabeza. ¿Bipartidismo? más bien futbolismo. Políticamente hablando, la mayoría es del Real Madrid o del Barça. Como el fútbol, hay gente que a veces es de un equipo y cuatro años después se sube al otro, con todo el derecho por cierto. Luego están los que son del Valencia o del Athletic o incluso del Betis. Aquí hay una gran mayoría de aficionados que lo son “para joder al Madrid o al Barça”. Les da lo mismo si su equipo hace trampas o juegue bien o mal. Simplemente quieren tocarle los huevos a los de siempre. Y finalmente están los recién ascendidos. Estos suelen ser valientes y hacen apuestas arriesgadas. A veces incluso se creen superiores al Madrid o al Barça sin tener ni idea de dónde están jugando. Así es la política en España, un mero deporte que se juega en un hemiciclo en lugar de en un campo de hierba o en un pabellón deportivo. Algo que no estaría mal de no ser porque yo no quiero que Cristiano Ronaldo, Dani Alves o Roberto Soldado acaben gestionando mi país. Votamos al Real Madrid porque siempre fue nuestro club, nos da lo mismo si ahora está dirigido en el campo por un impresentable o en el once titular hay auténticos descerebrados que no están a la altura de nuestras necesidades. Votamos al Barça porque creemos que su juego es bello y creemos que ellos son los que verdaderamente saben jugar al fútbol. Luego hay días en los que uno se aburre de tanto movimiento de pelota con el que no se consigue nada, absolutamente nada. ¿Qué he querido decir con esta comparación? Que hemos dejado de saber votar.
¿Por qué ocurrió esta cosa tan preocupante? Es algo complejo de explicar. Puede que los partidos políticos apostasen por ello, por hacer una autentica competición deportiva de la lucha política. Tampoco ayuda que muchas veces las ideologías se hayan transmitido de padre a hijo sin que la nueva generación haya reflexionado sobre ésta. Mucha gente es del Madrid o del Barça porque su padre lo es, y como él también lo fue su abuelo y el resto de su familia. Nunca se paró a reflexionar sobre si su ideología tiene o no lógica, o es la mejor o sencillamente tiene un razonamiento bueno o malo para él. Simplemente es merengue o culé porque son los mejores, o eso cree él. Además, tenemos miedo a ser criticados por nuestro voto si éste va a parar a los minoritarios. De hecho, se desprecia este voto, se le llama inútil y se hace todo lo posible para redirigirlo a los grandes. No hay voto inútil, el único que lo será es aquel que vaya a parar al político que no va a saber gestionar nuestras necesidades, y eso por desgracia ocurrirá en cualquier partido.
¿Tenemos unos políticos malos, buenos o regulares? No me atrevería a decir que todos los políticos de este país, pero si que es cierto que la calidad en general es bastante pobre. Los partidos han cedido a los intereses internos, y quien más o quien menos ha ido subiendo en estos por amiguismos o por intereses. Estos acabarán siendo nuestros representantes porque se han ganado el favor del jefe. Da lo mismo que estén o no preparados para su cargo, al menos para el partido. Esto ocurre en Génova, Ferraz, Sabin Etxea o como se llame la sede o la calle en la que está UPyD. Ya no es un problema de preparación académica, es un problema que va más allá. Como todo se ha ido perdiendo vocación en la política, haciendo que mucha gente se encamine a dicha profesión por los resultados económicos. Es como esa gente que se hace profesor o profesora porque así tendrá más días de fiesta. Ilusos…
¿Tenemos lo que nos merecemos? en cierta forma, si. Hemos menospreciado a la política votando sin cabeza. Eso ha hecho que los políticos se hayan salido del guión. Malos nosotros por haber devaluado nuestro derecho a la representación democrática, pero peor nuestra clase política por no haber hecho que las cosas vayan a mejor. Todos y cada uno de los partidos son tapaderas para generar dinero, o para enchufar a sus miembros en puestos remunerados en la medida que les es posible. Algo falla cuando nuestros partidos, mejor dicho, cuando los partidos miran mas por sus intereses que por el pueblo. Se que ahora más de un fanboy o simpatizante o militante me querrá saltar al cuello, pero esto es así. Por cada militante y político luchador hay tres o cuatro que han entrado para ir ascendiendo o ser alguien dentro de un grupo. Si queréis demostrarme que los políticos están ahí para cambiar las cosas haced que ninguno cobre más de mil euros. Ya verás como las vocaciones caerán a niveles de los seminarios en la actualidad.
El futuro depende de muchos factores. En primer lugar, depende de nosotros, el electorado. Debemos aprender a votar. Hay que aprender que la política no es un matrimonio católico. Aquí no existe un sacramento en el que nos obliguen a estar con un partido hasta que la muerte nos separe. Si alguien lo hace mal o sencillamente no nos transmite lo necesario para liderar no tendrá nuestro voto, nos guste o no. Debemos quitar muchas vendas de los ojos, empezando por la nuestra. También tenemos que pedir calidad a nuestros representantes. ¿Cómo? amigos, esto da para escribir otro post. ¿Quedamos en darnos unos días y reflexionar sobre cómo mejorar la calidad de nuestros políticos?
Y sobre el título de este post, que queréis que os diga, sí nos merecemos ese derecho. Puede que a veces te gustase prohibir el voto a según que gente, pero mis convicciones democráticas me dicen que sin dicho derecho dejaría de ser una persona para convertirme en un animal dentro de un rebaño.