Este jueves vuelvo a hacer un viaje que hace dos años que no hago. Un viaje que conozco de memoria, que arranca casi a medianoche y acaba en la estación de Sants de Barcelona a primera hora del día siguiente. Es un viaje que tiene como destino Hospitalet. Si me conoces o sigues este blog es más que posible que te suenen estos viajes. Vuelvo a esa tierra casi dos años después de mi última estancia allí. Mucho ha llovido, y muchas cosas han cambiado desde 2009 hasta el día de hoy, pero hay cosas que perduran en la cabeza de uno, y esos son los buenos recuerdos.
Me enamoré de Barcelona, o mejor dicho, el amor hizo que amase Barcelona. Puede que a día de hoy esa relación no pase por su mejor momento, pero esa ciudad y yo aun mantenemos un idilio. Está en standby, pero sigue estando ahí. Han sido casi dos años queriendo volver y disfrutar de sus calles y de su gente, pero por un motivo y otro no he podido volver. Ahora vuelvo “obligado” por motivos “profesionales”, pero en realidad es una tapadera. Vuelvo a Barcelona y a Hospitalet para acordarme de los viejos tiempos. Vuelvo porque cuando pienso en el centro comercial Gran Via 2, en la estación de Europa Fira o en el Ikea de Hospitalet traigo a mi memoria algunos de los momentos más bonitos de mi vida. Ahora mismo estoy pensando en ello y se me está poniendo la mirada llorosa. Lo mismo puedo decir del Raval, o de las Ramblas, o cuando pienso en la caminata que me di desde el Maremagnum hasta el hotel Arts una fría tarde del mes de Diciembre, cámara en mano, dispuesto a fotografiar edificios carismáticos de la ciudad. Ahora todo es diferente. Mi vida no es que haya dado un giro de 180 grados, pero es diferente. Al echar la vista atrás me encuentro a un Alberto más joven e inmaduro. Veo un chico con 3 o incluso 4 años menos que vivía con menos tensiones y problemas que hoy en día. Tenía sus últimas tonterías de niño y estaba abandonando la adolescencia para siempre.
Vuelvo porque me va a hacer feliz recordar todos esos buenos momentos. Porque me va a venir bien recordar que la felicidad siempre es posible, y que ésta se presenta cuando ella quiere, pero siempre se presenta. Vuelvo a las calles que más enamorado me ha visto, a las que me han visto llorar de tristeza y enfurecerme como un energúmeno. Calles que recorrí con la maleta llena de ropa y de ilusiones. Calles que me vieron volver a Vitoria con la tristeza de dejar atrás muchas cosas buenas. Vuelvo a Barcelona, y me muero de ganas de llegar.