Mi santo padre no vive en un país que es más pequeño que mi barrio. No viste de blanco, o mejor dicho, no lleva sotana. A mi santo padre nunca le han venido miles de jóvenes a venerar. Si acaso he ido yo, o alguno más cuando el pobre ha estado enfermo. Mi santo padre no sabe rezar, ni bendice nada, ni es el representante de nadie en la tierra. Mi santo padre nunca ha dado un sólo sermón, y si ha dado algo parecido a ello, ha sido una charla para hacerme ver la realidad.
Mi santo padre no ayudará a todos los pobres, pero al menos nunca ha vivido (ni vivirá) en la abundancia. Mi santo padre trabajó 56 años de su vida para que hoy pueda vivir su vida. Mi santo padre creó una familia, amó a su mujer y cuida de su hijo con todo su cariño. Mi santo padre no será venerado por millones de personas, pero es amado por todos los que le conocen.
Mi santo padre se llama Antonio, tiene 69 años y es una de las dos personas que me dieron la vida. Ese es mi único padre. No pide nada, salvo que a final de mes le paguen la jubilación. Cree en mí, en la gente, en la vida, y todo ello sin menospreciar a la mujer, a la ciencia, a la medicina y a otras materias que otro santo padre menosprecia. Mi santo padre paga al estado por viajar, no pide que le den todas las comodidades para ello. No tendrá tanta pompa como el otro santo padre, pero para mí es el único de verdad.
¿Quien es tu santo padre?