Un país no puede funcionar bien si su población en general ha perdido la confianza en sus fuerzas democráticas, y eso es lo que ha ocurrido en España. Hemos perdido la confianza en nuestros políticos, los que han sido elegidos por nosotros, los que nos representan. Los casos de corrupción o la negación por escuchar al pueblo han hecho que en la última encuesta del CIS sean nuestros políticos la tercera preocupación más importante del país. Suena muy triste, pero a día de hoy nuestros políticos nos preocupan mucho más que los terroristas. Creeréis que estaré banalizando sobre algo importante, o que son graves mis conjeturas, pero no lo son. La sociedad ha perdido la confianza en sus líderes, bien estén al mando o en la oposición. Sus acciones políticas, sus titubeos ilegales y su falta de tacto en muchas situaciones han hecho que una gran parte del electorado español no se sienta identificado con sus políticos.
Y lo peor es que cuando más necesitamos el calor de nuestros líderes, cuando más necesitamos que nos arropen y nos ayuden, justo en ese momento se ríen en nuestra propia cara. Llevamos ya muchos meses escuchando al gobierno y a la oposición que nos tenemos que “apretar el cinturón”. Ayer los políticos nos demostraron que pueden y saben usar las palabras sin creer en ellas. La amplia mayoría de los europarlamentarios españoles votaron en contra de recortar los gastos de desplazamiento. Hablando en cristiano: dijeron no a viajar en turista en lugar de en primera clase. Esto saltó a la luz y empezaron a moverse las cosas. El PSOE, que había votado en mayoría que no, daba ahora marcha atrás y decía que se abstendría, al igual que UPyD que dijo que el voto de su eurodiputado no reflejaba la opinión interna de aquella fuerza. Ellos pidiendo recortes, congelaciones salariales, subidas de impuestos, aumento de la vida laboral… mientras niegan hacer lo mismo en su caso.
¿Es esta la sociedad política que nos merecemos? evidentemente, ningún país se merece algo así, pero en cierta forma nos lo hemos ido ganando. Razonar esto da para un post que quizás algún día escriba. El problema es que pese a todo, pese a que ponemos a parir a nuestra clase política, pese a que la odiamos, la acabamos votando. Llegarán las municipales, las generales y todo seguirá igual. Los mismos políticos quizás cambiando de situación, pero seguirán en el juego del gato y el ratón.
Nuestra sociedad avanza, y pese a que ya hay grupos minoritarios que se han creado y unido para cambiar las cosas (si, hablo del #nolesvotes), las cosas poco van a cambiar. La mayoría de la gente en España votará, que es lo que hay que hacer, pero muchos lo harán por inercia política. Porque en este país hay mucho hoolygan de la política que por su partido mata, y no hacerlo para ellos es casi un delito. Yo nunca votaré la abstención, ni ese grupo que pide no votar ni a CiU, ni al PP ni al PSOE. Yo no votaría a ningún partido de la actualidad. No por sus bases, que normalmente suelen ser cargos locales que trabajan y mucho por la sociedad, sino sus mandos intermedios o altos. Me da lo mismo que sea de izquierdas o de derechas, el caso es que he perdido todo el respeto y la confianza. Como bien dijo una amiga mía, lo mejor sería que la amplia mayoría de los españoles y españolas votásemos en blanco. Imaginad un congreso elegido con el 20% del voto emitido. Me gustaría ver eso, que la amplia mayoría de mis compatriotas dijesen “queremos votar, pero no queremos votaros a vosotros/as”. Aun mantengo la esperanza, pese a que se critique tanto a las futuras generaciones. El problema es que es muy difícil que todo esto cambie…