Fue hace un par de años cuando tuve el placer que conocerle en uno de mis viajes a la ciudad condal. A principios de los 90 vivió una época dorada, viviendo en pleno paseo de Gracia, paseándose por el puerto deportivo con un Mercedes descapotable y comiendo en los mejores restaurantes de Barcelona. Pero las olimpiadas pasaron, su fama se fue diluyendo con el paso del tiempo y su fortuna acabo perdiéndose. Tras su época dorada, Cobi lo intentó todo. Probó a ser Mosso d’esquadra, se metió en mil y un negocios que hicieron que finalmente lo echasen de su casa.
Casi 20 años después, Cobi es una mascota diferente. No ha perdido la sonrisa, pero no es el tipo carismático que fue en aquel verano del 92. Como él me apunta, ha perdido el interés por muchas cosas, así como la esperanza en la gente. Hace unos días volví a ponerme en contacto con él. Quise que España volviese a recordar a un grande de su cultura. La charla que tuve con él no tiene desperdicio…
Pixelillo – ¿cómo fue aquel verano del 92?
Cobi – Espectacular, algo irrepetible. Porque mira que ha habido mascotas, pero a mí se me ha querido mucho. Y mira que se le quiso, ¡y se le quiere! a Naranjito, pero a mí se me ha querido mucho. Todo el día de sarao en sarao, que si Cobi vente p’al puerto que viene un jeque, que si Cobi ven a hacerte una foto con el Michael Jordan, que si Cobi hay que inaugurar un parque… yo le hice mucha sombra a Pujol. Cosa no muy difícil, porque el hombre me llegaba al hombro. Todo fue la hostia, con perdón.
P – Pero los días pasaron, y a ti no te colocaban en alguna cosa de cara al futuro. ¿Tú cómo lo viviste?
C – Hombre, fue muy duro. Porque eso dura quince días, y la primera semana estas ciego por todo el glamour, pero se acerca la clausura y tú sólo empiezas a pensar que se te acaba el contrato y a partir del lunes siguiente no tienes donde caerte muerto. Porque yo era muy guay, pero me dibujaron sin ningún tipo de estudios. Así que con el paro que hubo después de aquello, y con mi curriculum lo pasé más putas que las gallinas, con perdón otra vez. Que si, que ser mascota de unos juegos olímpicos queda muy bonito en un curriculum, ¡pero no sirve pa ná!
P – Pero, tú tuviste que ganar dinero, ¡fuiste el centro de admiración de un país!
C – Bueno, tu di que por aquel entonces estaba también Curro, el de la Expo, que no lo conocí casi, porque el hombre murió joven. Pero entre eso, y que la mayoría de royalties se los llevó el Mariscal del Virginia Beach escorts… que oye, bien ganados los tiene, que él hizo todo el trabajo fino, pero que digo yo que alguno podía haberme dejado, aunque sea el de las camisetas…
P -Vaya, entonces acabaron las olimpiadas y tu vas directo al paro…
C – ¡Qué paro! ¿Tú has visto alguna vez un dibujo animado cotizando a la seguridad social?
P – ¿Entonces…?
C – Entonces acabo más jodido que la hostia, viviendo casi del cuento gracias al famoseo. Quise salir en la prensa del corazón, pero no tenían hueco para personajes como yo, y la isla de los famosos no se estrenó hasta 15 años después. Así que vendí el coche, los caprichos… me compré un Seat Marbella, que era más barato y consumía menos. Y como tenía tiempo para estudiar, porque no tenía nada mejor que hacer… me puse a sacar las oposiciones para policía.
P – ¡De mascota a hombre de ley!
C – Pues si, porque Barcelona ya no era la ciudad sin ley que fue antes de las olimpiadas. El barrio chino parecía una guardería comparándolo con el pasado, así que me dije: oye, p’alante, a ser mosso d’esquadra.
P – ¿Y llegaste a serlo?
C- ¡Que vaaa! ¡Si me pedían catalán! y yo la verdad, nunca lo necesité, porque como por aquella época se hablaba mas bien inglés… bueno, eso y que en las pruebas físicas no saque buenos resultados. Es que eso de que te dibujen con los brazos rectos no ayuda.
P – ¿Cómo has sobrevivido hasta ahora?
C – Pues currando en lo que salga. He sido temporero en Lleida, he trabajado en un chiringuito en Cambrils, he trabajado en la Seat en Martorell. De vez en cuando me llaman para fiestas remember en las discotecas, ¡y una vez hice una despedida de soltera!
P – ¡Anda! ¿Y eso cómo acabó?
C – Fatal, porque siempre iba desnudo, así que mucho despelote no podía hacer. Y por si no era ya obvio, a mí me dibujaron sin colita.
P – Ah, pues es verdad…
C – Claro, como los dibujamos no tenemos que mear.
P – ¿Y los vicios que se te atribuyen?
C – ¿Sexo? ¡Ya ves tú! y droga nada, cero, en mi vida la he probado. No te voy a engañar, en el 94 me bebía hasta el agua de los floreros, pero vi la luz gracias a Peret y desde entonces sigo los consejos de dios.
P – Vaya, eres amigo de Peret
C – Del maestro. Muy grande, una gran persona que me hizo retomar el camino de la verdad.
P – ¿Y los políticos?
C – Esos, gentuza todos. Pujol el primero, que me prometió el oro y el moro y no me dio ni un real. Del Gonzalez mejor no hablar, porque como me dijo: “tu eres catalán, para eso vete a quejar a la Generalitat”, pues ya ves. En el 96, estando yo desempleado me encontré a Aznar por las calles de Santa Coloma, que por entonces vivía allí. Me vio y se interesó la por mí. Me prometió una nueva ley que amparase a las mascotas de eventos deportivos, vamos, para Naranjito y para mí, pero ganó las elecciones y se olvidó de nosotros.
P – Ah, pero… ¿Naranjito vive?
C – Si, en un piso en Carabanchel, pero sale poco. Además tiene el síndrome de Diógenes ese y bueno. Mira, mejor hablo de mí y no de los demás.
P- ¿Y ahora, qué?
C – Pues igual que siempre, a vivir de la eventualidad. Porque si le hubiesen dado a Madrid los juegos, con la chorrada lo mismo me salía algún bolo, o lo mismo repetían conmigo. Pero no, se jodió de momento ese negocio.
P – ¿Qué es lo que más echas de menos de aquellos días?
C – El cariño de los niños.
P – ¿Y algo más?
C – La Cherry Coke.
P- una última duda: ¿tú en realidad que eres, un gato?
C – Yo soy la respuesta a una resaca de tres pares de cojones. Mariscal se tuvo que coger una buena al dibujarme.