Hoy es 9 de marzo, el día después. ¿De qué? del día de la mujer trabajadora. Ayer mucha gente habló por inercia, como quien va a misa un domingo y se cree salvado para el resto de su vida. No es que no crea en la sociedad, pero a veces me gusta permitirme el derecho a poner en duda la palabra del gentío. No es que vaya a criticar ahora a la sociedad, ni pienso llamarla hipócrita, mas bien quiero poner por escrito mis pensamientos.
Por ejemplo, creo y no creo en este día. ¿Por qué no creo en él? porque la mujer puede o no ser trabajadora. Generalizar es un fallo garrafal en esta sociedad. Una cosa es decir que una mujer tiene los mismos derechos que un hombre, y que la igualdad es un hecho que se debe dar en el siglo XXI, y otra cosa es decir que las mujeres son trabajadoras. Hombre, yo conozco a muchas, muchísimas mujeres que se desloman trabajando tanto en su hogar como en su puesto de trabajo, pero también conozco a otras que no han dado ni un solo palo al agua. Por eso no creo en el titulo de este día. Llamémosle el día por la igualdad de derechos de la mujer, que no es tan comercial, pero si más sincero y real. Que ni todas las mujeres son más putas que las gallinas, ni todos los hombres somos unos cabrones ni todos los políticos son mala gente. Lo repito una vez más: generalizar nunca suele estar bien, tenedlo en cuenta.
Y lo digo hoy porque siento que una mujer es trabajadora hoy, ayer y mañana. Porque alabarlas en su día es bonito, pero más bonito es reconocer su esfuerzo en cualquier otro momento. Llenar tu boca de palabras bonitas un día y al siguiente no acordarte de lo dicho es un error que cometemos con facilidad, una verdadera lastima por otro lado. Por eso lo mejor es recordar los derechos igualitarios cada cierto tiempo, no sólo en las fechas señaladas.