Vamos a ejercitar un poco nuestra imaginación. Imaginemos que los mayores ya nos pintamos nada en este mundo y que los mas jóvenes, los niños, controlan el mundo. Nuestros líderes, los gobernantes del mundo son niños de no más de 8 años. Mas de uno dirá: “es entupido pensar algo así”. Bueno, quizás lo sea, pero opino que un niño no lo haría peor a veces que un mayor. Si, se lo que conlleva gestionar la economía de un país, y sus infraestructuras, su sanidad… pero ahora os pido que exageréis un poco todo. Me apuesto cinco euros a que vosotros en alguna ocasión habéis pensado que quien nos gobierna parece un imbecil, o incluso un crío. Yo os aseguro que a veces tener algo de síndrome de Peter Pan haría que las cosas fuesen a mejor.
Porque los niños no tienen maldad, se pelean casi por pelearse, porque estan en la edad de ello. Para mí que un niño se pegue con otro no es algo triste, lo que verdaderamente lo es que un adulto mate a otro por una creencia política, religiosa o semejante. Los niños si acaso se pegarían dos patadas, alguno en el peor de los casos tiraría una piedra y sus padres acabarían poniendo orden en la situación. Al final unas cuantas lagrimas, un poco de mercromina en las rodillas y disculpas por uno y otro lado, y mañana vuelta a jugar juntos al fútbol. ¿Os imagináis que las guerras y los conflictos acabasen así? ¿Con unos simples rasguños y disculpas por una y otra parte? No amigos, eso no es posible en la tierra de los adultos.
Los niños me tienen envidia porque tengo dinero para comprarme caprichos, pero yo les envidio porque lo que ellos tienen no se puede comprar. Sólo cuando uno es jovencito verdaderamente disfruta de la vida, o al menos lo intenta. Los niños juegan, sonríen, disfrutan de la vida casi al limite, los problemas, los quebraderos de cabeza y todas esas cosas ya les llegarán en una o dos décadas. Por eso envidio a los niños y niñas, porque suelen ser la definición perfecta de felicidad. Una felicidad simple y sencilla, sin complicaciones. Por eso, odio a los que hacen que los niños no sepan lo que es la felicidad. Cualquier adulto que arrebate la sonrisa a un niño, sea como sea, merece algo malo. Todo mi odio por esa gente, si es que se le puede llamar gente.
Por eso, a veces, no es malo ser un pelín infantil. A veces no es nada malo reflexionar viendo las cosas desde los ojos de tus hijos, hermanos pequeños, sobrinos… o del niño que llevas dentro.