No recuerdo la fecha exacta de la muerte de mi abuela. Haciendo cuentas, supongo que habrá pasado una década desde aquella noche de sábado en la que la vida de mi abuela se apagó como una vela. No daré más detalles sobre este suceso, tampoco son necesarios para la historia que os voy a contar. Hablaré sobre los últimos años de la vida de mi abuela Isabel.
La historia comienza en 1991. Mi familia y yo pasamos unos días de veraneo en Calpe (Alicante). Junto con nosotros viajó también mi abuela Isabel. Era una señora casi octogenaria. Mayor, pero aun podía desempeñar tareas del hogar. De origen navarro, ella se había criado cerca de la sierra de Urbasa, una de las sierras más bonitas de este país. Os cuento esto porque durante aquel veraneo, mi abuela empezó a confundir cosas. En Calpe está el peñón de Ifach, una enorme roca tipo peñón de Gibraltar que es un icono de aquella costa. Mi abuela empezó a asociar aquel peñón con la Urbasa de su juventud. A partir de entonces, detectamos más problemas de memoria. Poco a poco mi abuela fue desarrollando el Alzheimer, el monstruo que devora tu memoria. Sus recuerdos se volvieron turbios, y los nombres se fueron borrando poco a poco de su cabeza dejando unos pocos restos.
Yo era un crío, no tenía ni 10 años, pero intentaba ayudar a mi abuela. Le encantaba jugar a la brisca, y yo jugué mucho con ella. Le hacía juegos para enseñarle cosas, para que recordase sitios, nombres… miro atrás y me sorprende mi forma de ser de aquellos días. El Alzheimer siguió causando estragos en la mente de mi abuela, y llegó un día en el que casi nada de lo que decía tenía sentido. Murió de una forma dulce, casi sin enterarse. Nos había olvidado, o no, pero nosotros desde luego nunca la olvidamos.
Os cuento esta historia porque hoy es el día mundial contra el Alzheimer. Esta enfermedad puede que elimine los recuerdos de más de un millón de personas en nuestro país en los próximos 15 años. No mata, pero destruye a las personas. Y no sólo a los enfermos, también a su familia. Porque mi abuela no se si lo pasó mal o no, pero os puedo asegurar que para mi madre fue muy duro. Debemos luchar para que nuestros recuerdos perduren de por vida, para que en nuestros últimos días sigamos recordando nuestro primer amor, nuestros mejores momentos. Nunca nos olvidemos de la enfermedad del olvido…