Mi ciudad, Vitoria Gasteiz no es una ciudad que haya pasado muchas veces por ser parte de la historia. Por desgracia, hace 34 años Vitoria a la historia por un suceso salpicado de sangre. Un suceso que se pudo evitar pero que no se quiso, y sobretodo es un suceso que no ha visto a sus culpables recibir castigo alguno. Todo lo contrario, algunos han seguido dirigiendo de alguna forma las riendas del país hasta hace bien poco.
En 1976 los derechos sociales y laborales del pueblo español eran limitados por no decir cosas peores. El yugo de la dictadura franquista aún seguía en pie pese a que el dictador llevase ya varios meses muertos. Los trabajadores y trabajadoras de aquella España trabajaban en condiciones precarias, sin posibilidad de ser escuchados y peor aún, sin capacidad de poder movilizarse o poder levantar la voz en contra de aquello. Corría el mes de enero de aquel 76 en mi Vitoria natal. Varios millares de trabajadores se habían echado a la calle por si pésima situación laboral. Sólo encontraron castigo ante tales acciones: despidos, represión policial… tres meses de dura lucha contra todo un régimen político arcaico. Todo cambiaría el día 3 de marzo en la parroquia de San Francisco. En esa iglesia yo hice mi primera comunión y asistí a catequesis, por lo que la conozco bien. Es una parroquia grande, en la que fácilmente pueden entrar más de mil personas. Aquel 3 de marzo la parroquia estaba llena de obreros de las distintas fábricas de la ciudad. Pacíficamente discutían sobre sus derechos hasta que entró en acción la policía armada de la época, los temidos “grises”. Una inmensidad de botes de gases lacrimógenos entraron por las ventanas de la iglesia, lo cual crearon una atmósfera de pánico. Nadie entendía el por qué de aquella acción, como nadie entiende la cobardía que demostró aquella policía que empezó a disparar alocadamente contra la marea de personas que desalojaban aquella iglesia. Centenares de heridos leves, 60 heridos por bala y lo peor, dos muertos allí mismos y otros tres que morirían días después. Aquello fue una masacre, y no lo digo yo y los que la vivieron solamente, hasta la policía reconoció que aquello fue una autentica matanza. Aquello sirvió para que España de alguna forma reaccionase, fue una última gota en colmar un vaso que llevaba más de 40 años derrochando agua.
Aquellos asesinos fueron dirigidos directamente por sus mandos, pero estos no hubiesen dado ninguna orden de no ser por sus superiores, esos a los que se les llamaba ministros. Es curioso que el padre de nuestra constitución, al menos uno de ellos sea uno de los que aquel día no hicieron nada por evitarlo y si por crear aquella barbarie. Manuel Fraga Iribarne podrá ser uno de los padres del reformismo español dentro del lado conservador, pero para todos los que hemos leído algo sobre este suceso nunca dejará de ser culpable de una masacre.
Vitoria se inmovilizó, y prácticamente toda la ciudad se echó a la calle el día del funeral. Tuvieron que pasar muchos años hasta que se viese tal movimiento popular en la calle. El dolor poco a poco fue aminorándose al ritmo con el que el olvido se iba afincando en la sociedad. Aún hoy, 34 años después son muchos los que no olvidan. Nunca podrán olvidarlo pues perdieron un hijo, un hermano, un amigo… un ser querido que nunca volverá. No creo ni creeré nunca en los mártires puesto que no deberían ser necesarios para hacer cambiar las cosas, no tenían que haber sido necesario arrebatar la vida a 5 personas para que el mundo laboral español evolucionase.
Hoy todo esto nos suena a algo antiguo, casi olvidado. De hecho seguro que más de uno, más de un conformista o de los que a día de hoy sigue apoyando a esa gente culpable me echará la culpa de querer avivar un fuego que debería estar apagado. A esa gente le diré que el futuro se construye en el presente con los cimientos del pasado, y que no hay que guardar rencores de cosas pasadas, pero tampoco hay que olvidar. Hoy es 3 de marzo, y los obreros españoles, vascos o alaveses debemos guardar un instante de este día a aquellas personas que lucharon para que la vida fuese algo más fácil para el pueblo llano.
Os dejo con una serie de archivos de audio que os ayudarán a conocer mejor la historia. El primero de ellos son las conversaciones policiales que se pudieron escuchar en aquel día por la radio de onda corta, en el segundo escuchamos un testimonio de un párroco que hizo de mediador y en el tercero escucharemos la homilía por los fallecidos.