Estoy empezando a odiar estas navidades. No por algo en especial, sino porque han hecho que mi reloj biológico se vaya al carajo. Os escribo desde mi puesto de trabajo tras haberme reincorporado a él tras 6 días. Diréis que son pocos, pero anteriormente había tenido otro cuatro días, y dos semanas atrás tuve una semana entera de asueto. En resumidas cuentas, en el ultimo mes he estado más tiempo tirado en casa que dando el callo.
¿Qué he obtenido con esto? estar más cansado que antes, y encima con un horario cambiado. El hombre es un ser paradójico al compelto. El tiempo que se supone utiliza paradescansar lo emplea para destrozarse, y cuando vuelve a la rutina pierde el culo por volver a él. Es lo que me está pasando a mí, que hace unos días pedía a gritos volver a la normalidad, a tener una hora para comer, otra para ir a la cama y otra para despertarme. Y ahora ya me véis, pidiendo la hora para que llegue ya el fin de semana.
El sindrome postvacacional existe, yo lo estoy sufriendo en estos momentos, pero yo no le llamaría así. Yo a este malestar le llamaría gilipollismo absurdo, con todas sus letras. El hombre del siglo XXI tiene que ponerle nombre a todo, y a sentirse imbecil total tras un día de fiesta le ha llamado sindrome postvacacional. Si lo sufrimos es porque queremos romper de forma drástica con la monotonía del día a día, y romperla de forma tan aguda es de todo menos buena. Si, como en mi caso os despertáis tarde, os vais mas tarde aún a dormir, coméis y cenáis a horas raras y para mas “inri” le intercalais varios días de trabajo por medio tendréis algo así como lo que tengo yo ahora.
¿Solución?¿unas nuevas vacaciones? yo sin viaje de por medio en vacaciones lo único que hago es vaguear, y eso hace que mi vuelta al curro sea mas dura. Así que nada, creo que lo único que nos queda es resignarnos y tirar “p’alante”, que como vino se irá. Hoy es un buen día para empezar con la bebida…